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El horror, el horror

17 enero 2020

En la historia de la literatura, pocas mentes han ideado monstruos tan terroríficos como la de H. P. Lovecraft. En sus relatos se narran historias de expediciones científicas y sectas misteriosas. Sin embargo, los elementos memorables, los personajes que retiene el lector mucho después de haber terminado el último capítulo, son los monstruos. Si bien son descritos a menudo como pesadillas indescriptibles, Adrian Smith y un equipo de algunos de los escultores más talentosos que trabajan hoy en día en el ramo de los juegos de tablero han unido fuerzas con el propósito de hacerlos realidad.

Ni qué decir que los investigadores nunca tendrían que enfrentarse a un dios arquetípico si no fuera por sus leales seguidores: los sectarios, que son el vivo ejemplo de lo peor de la humanidad porque entre ellos solo hay locos, traidores e insensatos. Saber a qué dios arquetípico veneran es fundamental para derrotarlos.

Los humanos no pueden decir que el planeta Tierra les pertenece en exclusiva, ya que muy por debajo de las olas del mar viven los Profundos en sus antiguas ciudades. Esas horribles criaturas humanoides, mitad pez y mitad rana, sirven a los dioses arquetípicos y conspiran con sus aliados humanos para llevar a la perdición el mundo de la superficie. En tierra no son tan ágiles como los humanos, aunque son igual de fuertes que ellos. Sin embargo, en el agua son increíblemente peligrosos, pues a menudo les basta con ahogar a sus oponentes.

Los Gules son fáciles de identificar gracias a su aspecto canino, su palidez, su falta de pelo y sus ojos inyectados en sangre. Se les puede encontrar en los lugares más tenebrosos de la Tierra y subsisten alimentándose de cadáveres desenterrados o de animales pequeños o niños que puedan robar. Evitan los enfrentamientos directos, pero pueden ser extremadamente mortíferos si se les acorrala.

Los Byakhee vienen de mundos lejanos para llevar a cabo las tareas que les encomiendan los dioses arquetípicos a los que sirven. No hace falta resaltar que ponen a prueba la cordura de quienes los ven debido a su apariencia, que recuerda vagamente a la de los cuervos, los topos, los buitres, las hormigas y los murciélagos vampiros. Lo mejor es acabar con ellos de la forma más rápida y contundente que sea posible.

Las sectas se reúnen en lugares recónditos, lo cual se debe en parte a que tales sitios están guardados por seres antinaturales que acechan en su interior. Los Horrendos cazadores anidan con los murciélagos en sus cuevas y salen entre sus bandadas al anochecer. Sin embargo, sus presas son humanas y no se muestran exigentes a la hora de decidir el lugar donde encontrarlas. Son resistentes, pero su mejor baza es su sigilo.

Los Vampiros de fuego son terrores repulsivos que consumen energía por medios místicos. En su presencia, las llamas chisporrotearán, las antorchas se atenuarán e incluso las lámparas de gas titilarán. Surgen de la oscuridad y atacan a quien hayan escogido como víctima. Los investigadores deberán tener cuidado con las grandes llamas que expelen.

Dado que no tienen esqueleto interno, los Chthonians tienen cuerpos muy dúctiles, parecidos a los de las babosas. Estos seres repugnantes pueden estrujarse para abrirse paso a través de grietas increíblemente estrechas y aparecer donde menos te los esperas. Se alimentan de carne humana, así que los investigadores deberían procurar no acabar convertidos en su almuerzo.

El tamaño de los Shoggoth varía: pueden ser más pequeños que un niño o más grande que un tren metropolitano. Los más pequeños son crías y están hambrientos. Además, tienen, como mínimo, una inteligencia básica que les permite comunicarse entre sí y con los sectarios. Su mejor baza es su capacidad de absorber una tremenda cantidad de disparos mientras siguen avanzando hacia su presa.

Los Primigenios son seres ancestrales a los que hace mucho que se venera por su maldad y su fuerza. Hastur, El Rey de Amarillo, ha sido representado en alguna ocasión como benévolo, pero en Cthulhu: Death May Die, los Investigadores van a tener que luchar a muerte contra él. Su mirada induce a la locura y sus palabras pulverizan la realidad.

Quizá no haya criatura más reconocible en los mitos de Lovecraft que Cthulhu, «Aquel que no debería existir». Ha permanecido aletargado durante demasiado tiempo, pero al fin ha llegado su hora. Su primera aparición fue en el relato La llamada de Cthulhu, donde se le describe como un ente gigantesco cuya apariencia es una mezcla de ser humano, pulpo y dragón. Cthulhu y sus seguidores pretenden unir este mundo con su propia dimensión, R’lyeh. Según la profecía, su despertar anuncia el fin de la humanidad.

Todos los monstruos del juego están representados por increíbles figuras en miniatura de gran detalle que han sido esculpidas bajo la supervisión del célebre escultor Mike McVey. Cada uno de ellos puede inducir las peores pesadillas, pero una de las figuras en concreto es la que realmente dio un enfoque más genuino al juego y captó plenamente la idea de cómo sería un gigantesco dios arquetípico.

Cthulhu: Death May Die está plagado de monstruos terroríficos, criaturas humanoides que se arrastran en la oscuridad, malignos dioses arquetípicos y una figura de gran tamaño que poblará las pesadillas de cualquiera en los años venideros. CMON ha cambiado las reglas del juego con estos terrores procedentes de R’lyeh. ¿Prevalecerán los investigadores o será el fin… de todos nosotros?

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